La familia de los ojos amarillos

La familia de los ojos amarillos
Érase una vez una familia a la que nunca se acercaba nadie . Todos tenían los ojos amarillos. Venían de otro país y a la gente le daba mucho miedo.

-¡No los miréis nunca! ¡Tienen poderes en sus ojos! – decían algunos.

-¡A mi me han contado que una vez convirtieron a un hombre en un ratón con sus poderes! – decían otros.

Todos contaban historias sobre aquella familia, pero Jaime, que era un niño que no le tenía miedo a nada, no se creía las habladurías.

-¡Seguro que todo es mentira! ¡Se lo inventan todo porque son diferentes a nosotros!
-pensaba.

Un día, mientras todos estaban en una gran fiesta que hacían en el pueblo, ocurrió algo que les asustó mucho. Todas las luces del pueblo se apagaron de repente y todo se quedó muy oscuro.

- ¿Qué ha pasado? -preguntaron todos muy asustados.

-¡Se habrá ido la luz! -dijo uno de los habitantes.

-¡No, no! ¡Seguro que esto es obra de la familia de los ojos amarillos y quieren venir a por nosotros a oscuras! -dijo una mujer.

Todos estaban muertos de miedo, hasta que alguien vio algo:

-¡Mirad esas luces amarillas! ¡Vienen hacia aquí! -gritó un señor.

-¡Seguro que son los de los ojos amarillos! ¡Corred!

Todo el mundo salió corriendo hacia sus casas a esconderse, pero Jaime se quedó detrás de unos arbustos para ver qué eran esas luces amarillas.

Cuando por fin las tenía muy cerca, vio que era la familia de los ojos amarillos, pero ¡las luces no eran nada más que linternas!

Jaime salió de su escondite sin ningún miedo y cuando la familia de los ojos amarillos vio al niño, se acercaron a él:

-¡Hola! ¡Nos hemos quedado a oscuras en casa! ¡Veníamos a ver qué ocurría!

Jaime se dio cuenta de que eran personas normales y corrientes y que todo lo que contaban los habitantes era mentira, así que se quedó con ellos intentando buscar una solución para que volviera la luz.

-¡Probemos aquí! ¡Puede que sean estos cables! -dijo el padre de la familia.

Al final, el hombre consiguió arreglar el problema de la luz y Jaime llamó a todos para que vieran lo que había hecho y convencerlos de que no hacían ningún daño.

Todos se sorprendieron mucho y se dieron cuenta de que estaban equivocados. Desde entonces todos aprendieron que no hay que juzgar a nadie porque sea diferente y la familia de los ojos amarillos fue una familia más.

El mensaje secreto de los selenitas

El mensaje secreto de los selenitas
Mario y Sergio se habían colado en el desván de la casa de su tío Jaime. El desván tenía una ventana en el techo por la que se veían las estrellas de noche. El tío Jaime solía abrir esa ventana para asomar un enorme telescopio y explorar el universo.

-Ten cuidado con el telescopio, Mario. Si tío Jamie se entera que hemos estado jugando con él no nos dejará volver a pasar las vacaciones de verano con él -dijo Mario.

-Si tío Mario nos pilla aquí arriba nos va a castigar de todas formas -dijo Sergio-. Nos prohibió subir aquí solos, ¿no te acuerdas?

-Ya, pero una cosa es subir a mirar por la ventana del tejado y otra romper algo -dijo Mario.

-No voy a romper el telescopio. Solo voy a….

-¡S-E-R-G-I-O-O-O-O-O-O!

-¡Ups! Parece que algo se ha roto por aquí -dijo Sergio-. Vámonos y no digas nada.

-Tenemos que decirle a tío Jaime lo que ha pasado. Si encuentra esto así se va a llevar un disgusto -dijo Mario.

-Si le contamos esto nos manda de vuelta a casa -dijo Sergio.

-Si no se lo contamos, cuando nos pille se va a liar buena -dijo Mario.

-Eso será si nos pilla -dijo Sergio-. Solo tenemos que impedir que suba aquí hasta que nos vayamos. Si luego se lo encuentra roto nosotros ya no estaremos aquí y no tendrá por qué sospechar.

No muy convencido, Mario hizo caso a su hermano mayor. Recogieron todo bien, intentando disimular el estropicio del telescopio y bajaron a la cocina para cenar.

-Chicos, ¿qué os parece si esta noche miramos las estrellas desde el desván? -dijo tío Jaime mientras cenaban.

-Uf, tío Jaime, no me apetece mucho subir al desván -dijo Sergio-. ¿Qué tal si nos tumbamos en el césped y las miramos al fresco? Hace una noche muy agradable.

-De acuerdo -dijo tío Jaime-. Pero subiré a por el telescopio de todas formas.

-¡No! -gritó Mario-. Quiero decir… mejor déjalo para otro día, tío. Así podremos leer historias a la luz de la luna, que cuando te enganchas al telescopio te olvidas de todo.

-Vale, de acuerdo -dijo tío Jaime.

Tío Jaime empezó a sospechar que algo raro pasaba, así que, cuando los niños se acostaron, subió al desván.

-Tal y como sospechaba -dijo tío Jaime-. Estos se van a enterar.

Al día siguiente, por la noche, tío Jaime fue a buscar a Mario y a Sergio justo cuando se acababan de dormir.

-Chicos, tenéis que ver esto. Anoche, cuando os acostásteis, recibí un mensaje. Llegó en una pequeña cápsula espacial, pero no lo entiendo. Parece que está en clave.

-A ver, déjame ver -dijo Sergio, cogiendo el papel y mirándolo inquieto-. Tranquilo, está escrito en clave. Yo lo leeré.

”Estamos atrapados. Por favor, ayúdanos. Búscanos. Cuando nos veas sabrás qué hacer. Todo desaparecerá si no nos ayudas. Firmado: Los selenitas”.

-Rápido, hay que ayudar a esta gente -dijo Sergio.

-Vale, pero, ¿cómo los encontramos? -dijo tío Jaime.

-Supongo que habrá que descubrir dónde viven los selenitas -dijo Mario-. Vamos a buscarlo.

-Los selenitas, los selenitas…. -balbuceó tío Jaime-. ¡Ya sé! Los selenitas son los habitantes de la Luna.

-¡Rápido, al telescopio! -gritaron los niños, sin acordarse del estropicio del día anterior.

Cuando llegaron arriba y tío Jaime abrió la caja los niños se acordaron de lo que había pasado.

-¡Vaya! El telescopio está roto -dijo tío Jaime-. Ya no podremos ayudar a los selenitas y la Luna desaparecerá.

Los niños se miraron el uno al otro sin decir nada.

-¿Sabéis algo de esto? -preguntó tío Jaime.

Pero los niños no contestaron. Simplemente miraron para abajo. Mario rompió el silencio.

-¡Ahora los selenitas morirán por nuestra culpa!

-No va a morir nadie -dijo tío Jaime-. Era todo una broma. Pero, ¿qué hubiera pasado si el mensaje fuera cierto? Si me hubiérais dicho que el telescopio estaba roto lo hubiera arreglado y hubiera estado listo para ayudarles.

-¿Nos vas a castigar? -preguntaron los niños.

-Las cosas no hay que hacerlas pensando en castigos, sino que hay que ser responsable y asumir los errores -dijo tío Jaime.

-No volverá a pasar. ¿Nos perdonas? -dijeron los niños.

-Claro que os perdono -dijo tío Jaime-. Espero que hayáis aprendido la lección. Si la liáis tenéis que contarlo para poder solucionar los problemas a tiempo. De momento, vamos a arreglar esto, por si acaso mañana son los marcianos los que están en peligro, ¿no?

El corazón encantador

 
Había una vez una tienda llena de preciosas muñecas, tiernos peluches y divertidos juguetes de todo tipo. La tienda estaba siempre llena de gente, y los niños se peleaban por tener el mejor sitio para contemplar su espectacular escaparate lleno de juguetes, especialmente al Corazón Encantador, un corazón de peluche que se situaba en el centro de toda la escena representada por los juguetes. Aquel corazón atraía a niños y mayores, pero era la envidia de los demás juguetes, que querían ser también el centro de todas las miradas.

-¿Por qué no lo venderán de una vez? -decían las muñecas de trapo.
- Parece ser que el dueño no quiere deshacerse de él -respondieron una pareja de walkie-talkies-. Le tiene mucho aprecio.
-Le habrá embrujado con su mirada dulce y su sonrisa pícara -dijo el puzzle de la Bruja Piruja.
-Tendremos que hacer algo, compañeros, esto no puede seguir así -dijo una de las muñequitas de la casa de muñecas-. Nadie se fija en nosotros.
-¡Tenemos que deshacernos de él! -gritaron los soldaditos de plomo.
-¡Lo tiraremos a la calle! -se animaron los animales de plástico.

Y entre todos tiraron el corazón de peluche fuera del escaparate y después fuera de la tienda, con tan mala suerte que el pobre juguete cayó en el barro. Algunos niños que lo admiraban quisieron cogerlo cuando lo vieron, pero cuando se dieron cuenta de que estaba sucio lo ignoraron y no quisieron tocarlo. A así fue como el corazón de peluche acabó junto a unos contenedores de basura, camuflado por la suciedad.

Después de aquello, la tienda de juguetes cayó en desgracia, y nadie entraba a comprar nada. Ni siquiera los niños se paraban en su escaparate para contemplar las maravillas que se vendían en aquella tienda.

Unos días después, un niño encontró el corazón de peluche tirado en la calle. Al verlo tan estropeado no reconoció que era el peluche de la tienda de juguetes. De todos modos, se compadeció de él y se lo llevó a su casa, lo lavó, lo arregló y lo cuidó. Cuando el corazón quedó como nuevo salió a jugar con él.

Cuando pasó por la tienda de juguetes se dio cuenta de que algo pasaba. El escaparate estaba triste, como vacío, aunque realmente estaba lleno de juguetes. Tampoco había nadie dentro de la tienda, y eso que siempre estaba llena de gente.

De pronto se dio cuenta que faltaba el Corazón Encantador, aunque ni se imaginó que su corazón de peluche podría ser ese juguete que faltaba. De todos modos, escondió el corazón en su mochila y entró en la tienda.
-Hola, señor juguetero -dijo el niño-. ¿Qué ha pasado con el corazón de peluche del escaparate?
-Oh, querido niño He perdido mi bien más preciado. El Corazón Encantador ya no está. Lo he buscado por todos lados y no he podido encontrarlo.
- ¿Qué tenía de especial ese corazón? -preguntó el niño.
-El Corazón Encantador es un peluche mágico, un regalo del Hada de los Juguetes -dijo el buen hombre-. No sé cuál es su verdadero poder, pero desde que no está mi tienda es un lugar triste y frío.

El niño se compadeció del dueño de la tienda al verlo tan triste y sacó su corazón de peluche de la mochila.
-Tal vez pueda ayudarle-dijo el niño al dueño de la tienda mientras le ofrecía el juguete que él mismo había arreglado-.
-¿De dónde has sacado esto? -preguntó el señor al niño.
- Lo encontré en la calle hace unos días, sucio y estropeado -explicó el niño-. Lo he arreglado yo mismo.

El señor, conmovidopor la bondad del muchacho, le ofreció todos los juguetes que quisiera si le devolvía al Corazón Encantador.
-No hace falta que me dé nada, señor. El Corazón Encantador es suyo. Yo he disfrutado mucho cuidando de él estos días, pero es justo que vuelva con su verdadero dueño.
-Bueno, tal vez podamos compartir el peluche, pequeño -dijo el dueño de la tienda-. Yo lo colocaré en su sitio y tú podrás venir a jugar con él siempre que quieras.

Al niño le pareció buena idea y,después de devolver el Corazón Encantador a su dueño, se marchó. La tienda recuperó su esplendor, los niños volvieron a amontonarse en su escaparate y la gente volvió a llenar la tienda.

Los juguetes envidiosos pidieron perdón al Corazón Encantador, que los perdonó si prometían no volver a hacer daño a otro juguete.
-Sabemos que nos hemos equivocado querido amigo y te pedimos perdón por ello -dijo un de soldadito de plomo - Nos necesitamos unos a otros, y no volveremos a hacerte daño a ti ni a ningún otro juguete.

El domador de hamsters


El domador de hamsters
Juanito y Luisito eran dos hermanos gemelos. El día que cumplieron cinco años su abuelo les regaló un hámster a cada uno con jaula y todo. Las jaulas eran increíbles. Tenía una rueda de correr, tobogán, piscina, biberón de agua, varios comederos para poner diferentes tipos de comida y una zona para dormir que parecía muy cómoda.

- ¡Me convertiré en el domador de hamsters más famoso del mundo! -dijo Juanito cuando recibió su regalo.
- ¡Y yo también! -dijo Luisito.

Lo que no sabían Juanito y Luisito es lo complicado que es domesticar a un hámster para que obedeciera e hiciera lo que se le pedía. Cada vez que abrían las jaulas los animalillos se escapaban y tardaban horas en encontrarlos.

Los amigos de Juanito y de Luisito les decían que se dejaran de tonterías, que no lo conseguirían nunca. Luisito perdió enseguida la ilusión y dejó a su hámster por imposible. Sin embargo, Juanito seguía empeñado en conseguir domesticar al suyo.

Cada vez que a Juanito se le escapaba el hámster aprendía algo nuevo. Por ejemplo, ya sabía cuáles eran los sitios favoritos donde se escondía, y había aprendido a cogerlo sin que se le escurriera de las manos. También sabía ya cuál era su comida favorita y la utilizaba para atraerle cuando se escapaba.

Poco a poco, el hámster de Juanito fue cogiendo confianza con él y como veía que no le hacía nada se quedaba jugando a su alrededor, se subía por los brazos e incluso se acurrucaba en sus manos para que le acariciara.

Un día Juanito se dio cuenta de que el hámster de su hermano estaba muy triste en su jaula sin agua ni comida.

- Luisito, tu hámster no tiene agua ni comida -preguntó Juanito.
- Ya, pero es que es un rollo, cada vez que abro la jaula intenta escaparse. ¡Estoy harto de perseguirle! -respondió Luisito.
- Pero si no le das de comer y de beber se morirá -dijo Juanito.

Luisito fue con desgana a ponerle agua y comida a su hámster y a limpiarle un poco la jaula, pero en cuanto pudo el hámster se escapó.

- ¡Lo sabía! -se enfadó Luisito -. Cuando te encuentre te voy a…
- ¡Para! -le interrumpió Juanito-. Así jamás conseguirás nada de él. Espera y verás.

Juanito buscó al hámster de su hermano, le ofreció un poco de lechuga. El pobre tenía tanta hambre que se la comió en un abrir y cerrar de ojos. Poco a poco, Juanito lo fue atrayendo con zanahorias y otras verduras, y consiguió que se subiera a su mano.

- ¿Ves lo fácil que es? -dijo Juanito, mientras acariciaba al hámster de su hermano-. Si le gritas le asustas. Dale un poco de comer e inténtalo tú mismo.

Luisito lo ofreció un poco de fruta al hámster, que se lanzó a sus manos sin pensárselo.

Desde entonces, los hamsters de Juanito y Luisito pasan mucho tiempo juntos fuera de la jaula. Tambiény han aumentado la familia, porque uno era macho y el otro, bueno, la otra, era hembra, y han tenido muchos hijitos. Juanito y Luisito los domestican y se los regalan a sus amigos con un manual escrito por ellos mismos, titulado: "Breve manual del perfecto domador de hámsters".
Juanito y Luisito eran dos hermanos gemelos. El día que cumplieron cinco años su abuelo les regaló un hámster a cada uno con jaula y todo. Las jaulas eran increíbles. Tenía una rueda de correr, tobogán, piscina, biberón de agua, varios comederos para poner diferentes tipos de comida y una zona para dormir que parecía muy cómoda.

- ¡Me convertiré en el domador de hamsters más famoso del mundo! -dijo Juanito cuando recibió su regalo.
- ¡Y yo también! -dijo Luisito.

Lo que no sabían Juanito y Luisito es lo complicado que es domesticar a un hámster para que obedeciera e hiciera lo que se le pedía. Cada vez que abrían las jaulas los animalillos se escapaban y tardaban horas en encontrarlos.

Los amigos de Juanito y de Luisito les decían que se dejaran de tonterías, que no lo conseguirían nunca. Luisito perdió enseguida la ilusión y dejó a su hámster por imposible. Sin embargo, Juanito seguía empeñado en conseguir domesticar al suyo.

Cada vez que a Juanito se le escapaba el hámster aprendía algo nuevo. Por ejemplo, ya sabía cuáles eran los sitios favoritos donde se escondía, y había aprendido a cogerlo sin que se le escurriera de las manos. También sabía ya cuál era su comida favorita y la utilizaba para atraerle cuando se escapaba.

Poco a poco, el hámster de Juanito fue cogiendo confianza con él y como veía que no le hacía nada se quedaba jugando a su alrededor, se subía por los brazos e incluso se acurrucaba en sus manos para que le acariciara.

Un día Juanito se dio cuenta de que el hámster de su hermano estaba muy triste en su jaula sin agua ni comida.

- Luisito, tu hámster no tiene agua ni comida -preguntó Juanito.
- Ya, pero es que es un rollo, cada vez que abro la jaula intenta escaparse. ¡Estoy harto de perseguirle! -respondió Luisito.
- Pero si no le das de comer y de beber se morirá -dijo Juanito.

Luisito fue con desgana a ponerle agua y comida a su hámster y a limpiarle un poco la jaula, pero en cuanto pudo el hámster se escapó.

- ¡Lo sabía! -se enfadó Luisito -. Cuando te encuentre te voy a…
- ¡Para! -le interrumpió Juanito-. Así jamás conseguirás nada de él. Espera y verás.

Juanito buscó al hámster de su hermano, le ofreció un poco de lechuga. El pobre tenía tanta hambre que se la comió en un abrir y cerrar de ojos. Poco a poco, Juanito lo fue atrayendo con zanahorias y otras verduras, y consiguió que se subiera a su mano.

- ¿Ves lo fácil que es? -dijo Juanito, mientras acariciaba al hámster de su hermano-. Si le gritas le asustas. Dale un poco de comer e inténtalo tú mismo.

Luisito lo ofreció un poco de fruta al hámster, que se lanzó a sus manos sin pensárselo.

Desde entonces, los hamsters de Juanito y Luisito pasan mucho tiempo juntos fuera de la jaula. Tambiény han aumentado la familia, porque uno era macho y el otro, bueno, la otra, era hembra, y han tenido muchos hijitos. Juanito y Luisito los domestican y se los regalan a sus amigos con un manual escrito por ellos mismos, titulado: "Breve manual del perfecto domador de hámsters".

Lo que le pasó a Marina cuando se quedó sin sus libros



Lo que le pasó a Marina cuando se quedó sin sus libros

Marina era una niña que adoraba leer cuentos. Se pasaba el día entero sumergida en sus libros, leyendo una y otra vez historias de todo tipo. Las que más le gustaban eran las que trataban sobre misterios y enigmas, aunque los cuentos de hadas y duendes también le llamaba mucho la atención.

Cada vez que alguien quería hacer un regalo a Marina le obsequiaba con un libro. Los tenía de todos los tamaños, de todos los colores y de todas las formas posibles.

Un día Marina y sus papás tuvieron que irse de su casa para mudarse a otra ciudad. Marina empezó a empaquetar sus libros, pero su mamá le dijo que no se los podía llevar.
-Hija, no podemos llevarnos los libros-le dijo su mamá-. Donde vamos no hay sitio para ellos.
-Pero yo necesito mis libros, son míos -respondió la niña-. ¿Qué voy a leer si no me los llevo?
-Ya encontraremos un remedio, hija, no te preocupes -le dijo su madre, intentando calmar a su hija, que estaba muy preocupada por la noticia.

Aquella noche Marina no pudo dormir. Estaba muy triste. Mudarse de casa no le hacía mucha gracia, pero irse sin sus libros era como dejar parte de ella abandonada allí. Cuando al final pudo dormirse, tuvo un sueño increíble. Un hada muy pequeña se acercaba a ella y le daba un pequeño papel enrollado dentro de un saquito con un cordón de cuero.
-Cuélgate esto al cuello y ábrelo cuando llegues a tu nuevo hogar -le decía el hada-. Cuando lo hagas encontrarás la solución a tus problemas.

Cuando Marina se despertó y vio que tenía el saquito con el que había soñado no podía creérselo. Tuvo la tentación de abrirlo, pero enseguida se dio cuenta de que tenía que esperar.

Mucho más tranquila, incluso con bastante alegría, ayudó a sus padres con los últimos preparativos para el viaje.
-Parece que estás más animada, hija -le dijo su padre.
-Sí papá -respondió la niña-. He soñado que todo va a ir bien.

Cuando llegaron a su nueva casa Marina vio que era muy pequeña. Allí no podría tener apenas libros, y eso le disgustó. Entonces se acordó del saquito que llevaba colgado al cuello, y se lo quitó. Lo dejó sobre la mesilla de noche de su habitación y se quedó dormida de lo cansada que estaba del viaje.

En sueños, Marina volvió a ver al hada de la noche anterior, que le decía:
-¿Por qué no has abierto el saquito, Marina?
-Sea lo que sea, en esta casa no cabe nada. No hay sitio para mis cuentos -respondió la niña.
-¿Cuántos cuentos necesitas, pequeña? -preguntó el hada.
-Me gustaría tener todos los cuentos del mundo, leer todas las historias escritas y todas los libros que se escribirán -respondió Marina.
-Abre el saquito y allí los encontrarás todos -dijo el hada antes de desaparecer.

Marina se despertó sobresaltada. ¿Cómo iba a ser posible eso? ¿Habría en el saquito un conjuro mágico para convertir aquel apartamento en una gran casa? ¿O tal vez la receta para hacer una pócima que la transportara a un lugar lleno de libros?

Pues no, no había nada eso. Lo que había escrito en aquel papel no tenía nada que ver con eso. Simplemente, el papel decía: “Pide un deseo”.

Marina estaba confundida. Aun así lo intentó.
-Deseo un conjuro para convertir esta casa en una gran mansión en la que quepan todos los cuentos del mundo-gritó la niña.

Pero no pasó nada.

Muy triste se echó a dormir otro poco. En sus sueños el hada le decía:
-Has deseado una casa, pero no hay ninguna casa tan grande como para que en ella quepan todos los cuentos, historias y libros del mundo.

A la mañana siguiente Marina volvió a intentarlo. Esta vez, decidió probar a pedir una pócima mágica, a ver si esa era la solución.
-Deseo una pócima que me permita ir al lugar donde pueda leer todos los libros del mundo -dijo Marina.

Esta vez tampoco pasó nada.
-¿Por qué es tan difícil? -gritó-. ¡Sólo quiero algo para poder leer todos los cuentos del mundo!
En ese momento apareció ante ella una libro, sólo uno. No era muy grande, pero tenía algo especial. En su portada, simplemente ponía: “Pide un deseo”. Era increíble. Marina no podía creerlo.

Pero de repente lo entendió todo. Sin pensárselo dos veces, dijo:
-Deseo un cuento de piratas buenos.

Abrió el libro y se encontró con la historia de un pirata muy peculiar que no quería ser malo y que, al final, convencía a los demás piratas para hacer el bien y ayudar a la gente que lo necesitaba.
-Ahora deseo leer la historia de una ballena que se convierte en gaviota- dijo la niña.

Y allí estaba, la historia que había pedido, una ballena que se convertía en gaviota para buscar un lugar en el que nadie quiera cazar ballenas.

Marina se pasó todo el día leyendo en aquel libro mágico que contenía todas las historias del mundo. Esa noche Marina se acostó pensando que hasta los problemas más complicados tienen una solución, aunque no siempre sea como la habíamos pensado y que, a veces, es mucho más sencilla de lo que pueda parecer.

¿Sabes cuánto vales en realidad?

cuentos



Alfredo, con el rostro abatido de pesar se reúne con su amiga Marisa en un bar a tomar un café.
Deprimido descargó en ella sus angustias...que el trabajo, que el dinero, que la relación con su pareja, que su vocación...todo parecía estar mal en su vida.

Marisa introdujo la mano en su cartera, sacó un billete de 50 dólares y le dijo:
- Alfredo, quieres este billete ?
Alfredo, un poco confundido al principio, inmediatamente le dijo:
- Claro Marisa...son 50 dólares, quién no los querría ?
Entonces Marisa tomó el billete en uno de sus puños y lo arrugó hasta hacerlo un pequeño bollo. Mostrando la estrujada pelotita verde a Alfredo volvió a preguntarle:
- Y ahora igual lo quieres ?
- Marisa, no sé qué pretendes con esto, pero siguen siendo 50 dólares, claro que los tomaré si me lo entregas.
Entonces Marisa desdobló el arrugado billete, lo tiró al piso y lo restregó con su pie en el suelo, levantándolo luego sucio y marcado.
- Lo sigues queriendo ?
- Mira Marisa, sigo sin entender que pretendes, pero ese es un billete de 50 dólares y mientras no lo rompas conserva su valor...

- Entonces Alfredo, debes saber que aunque a veces algo no salga como quieres, aunque la vida te arrugue o pisotee, SIGUES siendo tan valioso como siempre lo hayas sido...lo que debes preguntarte es CUANTO VALES en realidad y no lo golpeado que puedas estar en un momento determinado.
Alfredo se quedó mirando a Marisa sin decir palabra alguna mientras el impacto del mensaje penetraba profundamente en su cerebro.
Marisa puso el arrugado billete de su lado en la mesa y con una sonrisa cómplice agregó:
- Toma, guárdalo para que te recuerdes de esto cuando te sientas mal...pero me debes un billete NUEVO de 50 dólares para poder usar con el próximo amigo que lo necesite !!

Cuántas veces dudamos de nuestro propio valor, de que realmente MERECEMOS MAS y que PODEMOS CONSEGUIRLO si nos lo proponemos ? Claro que el mero propósito no alcanza...se requiere de la ACCIÓN para lograr los beneficios. Yo sé que se puede y que existen innumerables caminos para conseguirlo.

La solución.






Cuando Cindy recibió el mensaje de su amiga que decía: "Tráeme una botella, terminé con mi novio". Salió corriendo cómo alma que lleva el diablo a visitar a su amiga.

- ¡Amiga! ¡Llegué!
- ¡Cindy! -exclamó su amiga al abrir la puerta- ¡¿Y la botella?! -le preguntó extrañada, al ver que había llegado con las manos vacías.
- No la compré, te traje esto, en cambio.
- ¿Un libro? -inquirió la chica, abriendo el paquete-. "Cómo superar a tu ex"... ¡Ay! Gracias amiga, pero sabes que no me gusta leer, además -añadió, lanzando el libro a un lado-, ahorita lo único que quiero es beber, emborracharme para ahogar mi dolor con alcohol.
- Por eso mismo te traje el libro en vez de una botella -explicó Cindy, recogiendo el libro-. Porque cuando acabes la botella seguirás sufriendo de tu mal de amores, en cambio, para cuando acabes de leer el libro, al menos conocerás algunas herramientas para poder superarlo.

El saco de plumas

madre



Había una vez un hombre que calumnió grandemente a un amigo suyo, todo por la envidia que le tuvo al ver el éxito que este había alcanzado.

Tiempo después se arrepintió de la ruina que trajo con sus calumnias a ese amigo, y visitó a un hombre muy sabio a quien le dijo:

"Quiero arreglar todo el mal que hice a mi amigo. ¿Cómo puedo hacerlo?",
a lo que el hombre respondió: "Toma un saco lleno de plumas ligeras y pequeñas y suelta una donde vayas".

El hombre muy contento por aquello tan fácil tomó el saco lleno de plumas y al cabo de un día las había soltado todas.

Volvió donde el sabio y le dijo: "Ya he terminado", a lo que el sabio contestó: "Esa es la parte más fácil.
Ahora debes volver a llenar el saco con las mismas plumas que soltaste.
Sal a la calle y búscalas".
El hombre se sintió muy triste, pues sabía lo que eso significaba y no pudo juntar casi ninguna.

Al volver, el hombre sabio le dijo:
"Así como no pudiste juntar de nuevo las plumas que volaron con el viento, así mismo el mal que hiciste voló de boca en boca y el daño ya está hecho. Lo único que puedes hacer es pedirle perdón a tu amigo, pues no hay forma de revertir lo que hiciste".

La leyenda del verdadero amigo



Dice una linda leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto y en un determinado punto del viaje discutieron.
El otro, ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena:

HOY, MI MEJOR AMIGO ME PEGÓ UNA BOFETADA EN EL ROSTRO.

Siguieron adelante y llegaron a un oasis donde resolvieron bañarse.

El que había sido abofeteado y lastimado comenzó a ahogarse, siendo salvado por el amigo.

Al recuperarse tomó un estilete y escribió en una piedra:

HOY, MI MEJOR AMIGO ME SALVÓ LA VIDA.

Intrigado, el amigo preguntó:

¿Por qué después que te lastimé, escribiste en la arena y ahora escribes en una piedra?

Sonriendo, el otro amigo respondió:

Cuando un gran amigo nos ofende, deberemos escribir en la arena donde el viento del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo y apagarlo; por otro lado cuando nos pase algo grandioso, deberemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón donde viento ninguno en todo el m podrá borrarlo.

NO TE PUDE ESPERAR

historias




Una vez un hombre muy afortunado había conseguido la mejor entrevista de su vida: Iba a entrevistar ni más ni menos que a Dios.

Esa tarde el hombre llegó a su casa dos horas antes, se arregló con sus mejores ropas, lavó su automóvil e inmediatamente salió de su hogar. Manejó por la avenida principal rumbo a su cita, pero en el trayecto cayó un chubasco que
produjo un embotellamiento de transito y quedó parado. El tiempo transcurría, eran las 7:30 y la cita era a las 8:00 p.m.

Repentinamente le tocaron el cristal de la ventanilla y al voltear vio a un chiquillo de unos nueve años ofreciéndole su cajita llena de chicles (goma de mascar). El hombre sacó algún dinero de su bolsillo y cuando lo iba a entregar
al niño ya no lo encontró. Miró hacia el suelo y ahí estaba, en medio de un ataque de epilepsia.

El hombre abrió la portezuela e introdujo al niño como pudo al automóvil.

Inmediatamente buscó como salir del embotellamiento y lo logró, dirigiéndose al
hospital de la Cruz Roja más cercano. Ahí entregó al niño, y después de pedir que lo atendiesen de la mejor forma posible, se disculpó con el doctor y salió corriendo para tratar de llegar a su cita con Dios.

Sin embargo, el hombre llegó 10 minutos tarde y Dios ya no estaba. El hombre se ofendió y le reclamó al cielo: "Dios mío, pero tú te diste cuenta, no llegué a tiempo por el niño, no me pudiste esperar. ¿Qué significan 10 minutos para un ser eterno como tú?"

Desconsolado se quedó sentado en su automóvil; de pronto lo deslumbró una luz y vio en ella la carita del niño a quien auxilió. Vestía el mismo suetercito deshilachado, pero ahora tenía el rostro iluminado de bondad.

El hombre, entonces, escuchó en su interior una voz:

Hijo mío, no te pude esperar... y salí a tu encuentro.

A veces, el adulterío se paga caro.


El sónido de la puerta delantera abriendose hizo que se detuvieran en lo que estaban haciendo.



- ¡Llegó mi marido!
- ¡¿Qué?! ¡¿Pero supuestamente él no llegaba hasta las seis?!
- Si; pero no se que ha pasado hoy, escondete debajo de la cama, ¡rápido, ya viene subiendo las escaleras!


Y cuando se escondió debajo de la cama, ella se levanto de la cama, corrio hacía la puerta y se lanzó en los brazos de su marido.


- ¡¿Por qué te tardaste tanto?! ¡Casi tengo sexo con él!
- Lo siento, me entretuvo la vecina hablandome de sus gatos - le respondió éste, calmado, mientras presionaba el interruptor que estaba al lado de la puerta, y al hacerlo del piso que había debajo de la cama salieron miles de agujas que mataron en segundos al hombre que allí se escondía.

El peinado mágico.

 

- ¿Cómo haces para que tu pelo te quede tan perfectamente alborotado? ¿Qué productos usas? - le pregunté a mi mejor amigo con curiosidad -¡Yo he intentado con todo, gel, cera, spray y nunca he logrado que me quede como a ti!
- ¡Jajajajaja! ¿En serio me estas preguntando esto?
- ¡Sí! ¿Cómo haces para que tu pelo te quede así?
- ¡Jajajajaja! ¡No lo sé, hombre! ¡Con magia!
- ¡Vamos! Cuéntame tu secreto, algo tienes que hacer o usar en tu pelo para que te quede así.
- ¡Jajajajaja! ¡Es enserio, con magia!
- Bueno, está bien, no me cuentes, pues.
- No, espera, mira...

Y lo que vi a continuación no me lo esperaba, mi amigo se peinó su perfectamente alborotado pelo con la mano, luego sacó de su bolsillo una perla dorada, se la llevo a los labios, susurró unas palabras que no entendí y luego extendió el brazo gritando: "¡Ven a mi!" E inmediatamente en el lugar donde estaba parado, apareció un círculo de luz brillante con un pentagrama dentro, luego una espesa ráfaga de aire envolvió a mi amigo por un par de segundos, y cuando esta se disipó, le dejó a mi amigo su pelo perfectamente alborotado.

La fábula del conejo.

 
Cuando el conejo y la tortuga regresaban a casa, cansados y hambrientos por la carrera que habían tenido, vieron a lo lejos una granja que cultivaba frutas y hortalizas.



A lo que pasaron junto a la granja, el Conejo notó que las zanahorias que estaban plantadas en la granja estaban listas para ser comidas y le dijo a la tortuga:


- Oye, toruga, ¿qué dices si nos saltamos la valla de la granja y tomamos un par de esas zanahorias para reponer las fuerzas que perdimos en la carrera?


- ¡¿Estás loco, conejo?! - le respondió la tortuga exaltada - ¡eso es robar!


- Si, pero solo serán un par de zanahorias, el dueño de la granja nunca lo notará, así que, ¿qué dices? ¿Lo hacemos?


- ¡No! - respondió instántaneamente la tortuga - Yo no lo haré, ve tú, conejo, si quieres; pero no me metas en tus fechorías.


- Está bien - dijo el conejo - pero no te traeré una zanahoría, y luego no me vayas a estar pidiendo ni un mordisquito de la mía.


Y así la tortuga vió como el conejo se acercó a la valla, tomó impulso y dando un gran salto con sus dos patas traseras voló por encima de la valla; aterrizó al otro lado dentro de la granja y con mucho sigilo se acercó a donde estaban las zanahorias; pero cuando tomó una zanahoria por las hojas que sobresalían en la superficie para jalarla fuera de la tierra, ¡PUM! la cabeza del conejo voló el mil pedazos.


- ¡TE ATRAPÉ CON LAS MANOS EN LA MASA, CONEJO LADRÓN! - Escuchó la tortuga gritar al humano que se acercaba corriendo al cuerpo del conejo que yacía inerte sobre la tierra; y al ver esto la tortuga se fue lo más rápido que pudo a su casa y ahora le cuenta la historía del conejo ladrón a todos los animales del bosque para que aprendan que robar es malo y que no deberían hacerlo.

Mundos paralelos: El pescador y la mina de oro.


Había una vez un pescador que dentro de su propiedad tenía un pequeño lago donde todos los días pescaba un par de peces, los cuales vendía en el mercado del pueblo y con el dinero que hacía diariamente se podía mantener a él y a su pequeña familia sin dificultades.

Un día cuando el pescador regresó a su casa del lago luego de pescar, se encontró con que allí lo esperaba un hombre misterioso vestido con un traje negro y con un maletín del mismo color que le ofreció comprarle el lago por una suma de dinero multimillonaria, ya que, según el hombre misterioso, debajo del lago se encontraba una mina de oro que los haría al él y al pescador los hombres más ricos del planeta.

El pesacador, luego de escuchar la propuesta, pidió un tiempo para pensarlo antes de dar su respuesta, y durante ese tiempo, pensó como ese lago había permanecido en la familia por generaciones, en lo cómodo que estaba con su vida diaria y lo felíz que era pescando y vendiendo su par de pescados todos los días en el mercado del pueblo; pero también considero que si vendía el lago, su vida cambiaría drásticamente, tendría dinero suficiente para irse a vivir en una gran ciudad, no tendría que trabajar más nunca y podría llevar una vida llena de lujos.

¿Qué debería hacer el pescador?

El pescador no vendió el lago y siguió con su vida como la conocía.

El pescador al valorar lo feliz y cómodo que estaba con su vida, decidió no vender el lago que había pertenecido a su familia desde hace décadas, y siguió con su vida diaria, como si aquel hombre misterioso con aquella loca propuesta nunca hubiera pisado su casa.

5 años después, al pescador le dio una extraña enfermedad que le impidió seguir pescando y seguir su vida rutinaria; pero al ser una enfermedad nueva y desconocida, los médicos todavía no habían inventado una cura o un tratamiento para la misma, por lo que un par de meses después, el pescador murió a causa de la enfermedad, dejando a su familia sin el único sustento que tenían: la venta de los peces que él pescaba cada día.



El pescador vendió el lago y cambió su vida drásticamente

El pescador, luego de tomar la decisión de que no podía perder esa gran oportunidad, vendió el lago y con el dinero que recibió se mudó a una gran ciudad, donde se compró un edificio entero para vivir y un vehículo último módelo.

5 años después, mientras se encontraba viajando por el mundo, al pescador le dio una extraña enfermedad que le hizo cancelar su viaje; pero al ser una enfermedad nueva y desconocida los médicos todavía no habian inventado una cura o tratamiento para la misma; sin embargo, al ser multimillonario, el pescador invirtió mucho dinero en la investigación de la enfermedad y tras un par de meses de exhaustiva investigación, los científicos encontraron un tratamiento para la enfermedad, que a pesar de que no curó al pescador por completo, lo mantuvo vivo por un par de décadas hasta que murió de viejo y al morir le dejó a su familia su gran fortuna y las regalías que todavía producía la explotación de la mina de oro que yacía debajo del lago.

Dieta filosófica.



Todas las noches antes de dormir, pasaba horas y horas dando vueltas en la cama, pensando sobre la vida, su significado y su sentido; pero estos pensamientos lo deprimían mucho, porque siempre llegaba a la conclusión de que la vida no valía para nada porque, al final, todos vamos a morir.



Cansado de todo eso, decidió empezar una estricta dieta en la cual la última comida la hacía a las seis de la tarde, de tal manera que, por las noches, mientras pasaba sus acostumbradas horas dando vueltas en la cama, en vez de pensar sobre el significado de la vida, pensaba en lo que iba a desayunar al día siguiente y, desde entonces, fue muy feliz en su ignorancia.

Sin rifle no hay diversión.

 
Ante el juez llegaron diez cazadores de leones furtivos y cuando éste les preguntó por qué lo hacían ellos respondieron:

"Porque la cacería nos apasiona y es nuestro deporte favorito"

Entonces el juez, al notar la flama de pasión que se encendía en los ojos de los cazadores cuando hablaban de su deporte favorito, los sentenció a cazar un león, pero esta vez bajo las mismas condiciones que el animal: sin armas y desnudos, para que fuera un juego limpio.

Y durante su última caza, ninguno de los diez hombres disfrutó de su deporte favorito, porque en vez de la llama de pasión que se encendía en sus ojos cuando hablaban de la cacería, solamente se notaba el miedo que tenían de estar desnudos y desarmados ante tal temible animal.

El niño más valiente.

 
En un reino donde solo habían dos niños, uno que era muy miedoso y otro que no le tenía miedo a nada, decidieron hacer una competencia para ver quién era el niño más valiente.

Luego de que la competencia hubiera terminado y ambos niños hubieran luchado con dragones, nadado en un pozo con cocodrilos y escalado árboles tan altos que llegaban al cielo; el jurado decidió que el niño más valiente del pueblo no era aquel niño que no le tenía miedo a nada, quien había llegado de primero y había realizado todos los retos en un abrir y cerrar de ojos, si no que el ganador era el niño que, al contrario, era muy miedoso y que había llegado de último; porque a pesar de que le tenía miedo a los dragones, al agua, a las alturas y muchas cosas más, él había enfrentado sus miedos y había terminado todos los retos sin dejar que estos lo detuvieran, y eso es lo que significa ser valiente, enfrentarse a nuestros miedos sin dejar que estos nos detengan.

Viejas hipócritas.



Después de darle el pésame, llorando, a la pobre vecina quien había perdido a su hijo menor porque se había suicidado, las cuatro viejas de la cuadra, se limpiaron las lágrimas y se reunieron a tomar café y a conversar en un rincón de la capilla velatoria.

Vieja No. 1: Yo escuché que el muchacho se suicidó porque su novia lo había dejado.
Vieja No. 2: ¿En serio? Yo escuché lo contrario, que se había matado porque la había embarazado.
Vieja No. 3: ¡Ustedes si inventan! A mi me dijo alguien muy cercano a la familia que el joven se suicidó porque era gay.
Vieja No. 4: No, están equivocadas, el muchacho no se suicidó, se murió de sobredosis, era drogadicto.

Y así pasaron las cuatro viejas toda la tarde en el velorio, chismeando e inventando hipotesis sobre el suicidio del muchacho sin ni siquiera acercarse a la realidad.

El niño y el unicornio.



Había una vez un grupo de niños que siempre jugaban soccer junto al borde del bosque, hasta que, un día, uno de esos niños pateó la pelota tan fuerte que ésta se salió de la cancha y se metió en el bosque; el niño, antes de que sus amigos se enojaran o empezaran a quejarse, salió corriendo detrás de ella para buscarla y se adentró al bosque.


Tras seguir el rastro de la pelota por un par de minutos y de adentrarse más en el bosque, el niño se encontró con que el balón había rodado hasta un pequeño claro un poco más allá de los árboles.


Cuando el niño llegó al claro para recoger la pelota, quedó petrificado porque justo en el medio del claro había un pequeño unicornio tan blanco como la nieve acostado en la grama; quién se percató del niño porque este lo veía absorto con su belleza.


El niño, tras notar que el unicornio se había percatado de su presencia, intento dar un paso para acercársele, pero el bello animal mitológico se puso de pie de un salto al verlo moverse; entonces, el niño haciendo señas con las manos y mirando al animal y a la pelota intercaladamente le hizo entender al unicornio que sólo estaba allí para recoger el balón.


El unicornio, al entender las señas del pequeño, se acercó a la pelota e intento golpearla con sus cascos, muy torpemente, en dirección al niño para pasársela, sin embargo, al no obtener resultados intentó golpearla con su cabeza; pero tan pronto el afilado y brillante cuerno del unicornio tocó la bola, ésta se explotó haciendo un ruidoso ¡Boom! que asustó al animal e hizo que éste saliera corriendo rápidamente y se perdiera de vista entre los árboles del bosque.


El niño, después de salir de su asombro por todo lo que había presenciado, recogió la pelota espichada y regresó a donde estaban sus amigos esperándolo, quienes, cuando lo vieron regresar con el balón desinflado, le preguntaron, consternados:"¡¿Qué le pasó a la pelota?!", a lo que el niño solo respondió: "Un puercoespín, malvado, la explotó."

Deseos del día de San Valentín.



Un novio, muy detallista y enamorado, llevó a su novia a celebrar el día de los enamorados, a un exclusivo templo sagrado donde les dieron un pequeño pedacito de papel a cada uno para escribir tres deseos para su pareja.

El novio, emocionado, porque, según la leyenda, los deseos que uno escribía en los pedacitos de papel de ese templo siempre se cumplían, escribió:

Deseo que nunca se canse de mí.
Deseo que siempre esté a mi lado.
Deseo que me ame para toda la vida.

Mientras que la novia escribió:

Deseo que se vuelva millonario.
Deseo que se case conmigo.
Deseo que se muera rápido.

La cadena alimenticia.



Un día, mientras envenenaba una manzana, la bruja del bosque recibió una visita inesperada; un conejo, un ciervo y un jabalí, tocaron a su puerta, los tres animales estaban furiosos y dolidos, porque esa mañana, todos, habían perdido un familiar cercano en manos de los cazadores.


La bruja trató de explicarles que la caza era normal y que era usada por los humanos para poder subsistir; pero los animales al no entender el ciclo de la vida, le pidieron a la bruja que le diera conciencia a los cazadores, para que no mataran más animales del bosque.


La bruja, al no poder cambiar las leyes de la naturaleza, se le ocurrió una idea mejor, y hechizó el bosque para que la próxima vez que unos cazadores entraran en él, los animales cambiaran de cuerpo con ellos para que así pudieran dar ejemplo a los otros humanos de que cazar animales es malo.


Los animales, después de agradecer a la bruja, se marcharon impacientes a esperar a que llegaran cazadores al bosque para poder empezar a predicar que cazar animales es malo y cambiar, poco a poco el mundo.


El día siguiente, cuando tres cazadores de una aldea cercana se metieron a cazar en el bosque, el hechizo de la bruja surtió efecto y el alma de los cazadores cambió de cuerpo con el de los animales y viceversa.


Las primeras horas del día, el ciervo, el conejo y el jabalí, jugaron y corrieron por el bosque en su forma de humanos, e incluso, se acercaban y alimentaban a los otros animales que se encontraban por su camino; pero a medida que se acercaba el mediodía, empezaron a sentir hambre, y trás descubrir de muy mala manera que los humanos no comen pasto, empezaron a discutir entre ellos, porque el jabalí, olvidándose de su proposito y dejándose llevar por el hambre que sentía, quería cazar un animal para comerselo y sacear su apetito; el ciervo, quería regresar a la casa de la bruja para que quitara el hechizo; y el conejo, quería buscar otra manera saludable de saciar su hambre; pero tras discutir por horas, los tres animales terminaron separandose y tomando cada uno un camino distinto.


El jabalí, hambriento y enfurecido, sacó su rifle y se cazó al primer animal que se le cruzó por el frente, que no fue más que su propio cuerpo de jabalí, y que al morir, liberó el alma del humano que volvió a su cuerpo, y expulsó el alma del animal al más allá.


El conejo, buscó y buscó insatisfactoriamente por el bosque, probando todas las hojas de los árboles y frutas que saciaran su hambre y lo alimentaran sanamente, pero después de varios días murió de inanición; pero éste al morir dejó encerrada el alma del humano en su cuerpo de conejo.


Y finalmente, el ciervo, que regresó a la casa de la bruja, logró volver a la normalidad, y ahora anda por el bosque, explicándole a los animales, que los humanos no son malos, y que éstos cazan solo para poder comer y mantenerse con vida.

Los dos Príncipes.



Había una vez un Príncipe, que se llamaba Ru, que, una noche, cuando echó de su recámara privada a un cuervo horrible, éste, que no era más que un malvado hechicero convertido en cuervo, le lanzó una maldición que hacía que el Príncipe Ru se convirtiera en mujer tan pronto se ocultara el sol.



Manteniendo su maldición en secreto, el Príncipe Ru, sólo salía de su recámara de día y regresaba a ella antes de que se ocultara el sol.


Un día, después de varios años de haber sido maldito, el Príncipe Ru, cansado de pasar todas sus noches encerrado en su recámara, decidió ir, cómo Princesa, al gran baile de cumpleaños del Príncipe del reino vecino.


El Principe del reino vecino, que se llamaba Eric, se enamoró a primera vista de la Princesa Ru, tan pronto la vio entrar en sala de baile, e ignorando a todas las demás princesas y duquesas que habían asistido a su cumpleaños, el Príncipe Eric bailó todo la noche con la Princesa Ru, y antes de que saliera el sol y ésta se marchara, le regaló una pequeña cadena de oro como símbolo de su amor.


Al amanecer, cuando el Príncipe Ru llegó a su habitación, se lanzó a su cama a llorar, confundido, porqué a pesar de ser hombre, también se había enamorado del Príncipe Eric, y entre sollozos se quedó dormido apretando fuertemente en su mano derecha la cadena que le había regalado.


Un poco después del mediodía, el Príncipe Eric, llegó al castillo del Príncipe Ru preguntando por la Princesa; pero cuando el Rey, padre de Ru, le dijo que él no tenía ninguna hija, y que solo tenía un hijo, el Príncipe Eric se negó a creerle.


El Rey, para demostrarle al Príncipe Eric que decía la verdad, mandó a llamar a su hijo, quien seguía dormido en su recámara privada.


Pero cuando el Príncipe Ru se presentó ante ellos, medio dormido; a pesar de lo despeinado y lo hinchado que tenía los ojos de tanto llorar, el Príncipe Eric, que reconoció en él la cadena de oro que guindaba de su cuello y los ojos de la Princesa con la que había bailado la noche anterior, corrió hacía él y le dio un gran abrazo y un tierno beso en los labios.


El Rey, a ver a su hijo besándose con otro hombre, ordenó, furioso, a los guardias reales, que los separaran, que encarcelaran al Príncipe Eric en las mazmorras de su castillo y que encerraran a su hijo en su recámara privada.


De regreso en sus aposentos, el Príncipe Ru, se lanzó de nuevo sobre su cama a llorar, aún más confundido que antes, porque a parte de su amor prohibido, también lo confundía la reacción violenta de su padre.


De pronto, entre sollozos, el Príncipe Ru, escuchó un toqueteó en su ventana, y cuando la abrió para ver que pasaba, un cuervo horrible entró volando en su habitación, soltó sobre la cama una daga que llevaba en sus patas y salió volando tan rápido cómo había entrado.


El Príncipe Ru, agradecido con el cuervo, por darle la solución a todo su sufrimiento y confunsión, agarró la daga entre sus manos y la clavó sobre su corazón, muriendo instantáneamente.


Mientras tanto, en las mazmorras del castillo, el Príncipe Eric también lloraba, pero no de confunsión, porque a él no le importaba que Ru fuera hombre, si no de rabia y frustración al no poder estar con el amor de su vida porque el Rey no entendía que el amor no tenía límites.


De pronto, entre los barrotes de la pequeña ventana que había en la mazmorra del Príncipe Eric, se coló en horrible cuervo, qué después de haber visto al Príncipe Ru quitarse la vida, le había sacado la daga de su corazón y llevándola entre sus patas, la dejó caer sobre el regazo del Príncipe Eric.


El Príncipe Eric, al entender su significado, soltó un gran grito de dolor, y se lanzó al piso abrazando fuertemente la daga, que todavía tenía rastros de sangre de su amado, sobre su pecho.


El cuervo esperó a que el Príncipe Eric, se clavara, también, su daga en el corazón; pero al ver que éste no lo haría, se fue volando, graznando ruidosamente.


A pesar de que el Príncipe Eric no le entregó su vida al cuervo, no pudo comer ni beber, el pan y agua que le daban en la mazmorra cada mañana, por el dolor y sufrimiento que sentía; y al cabo de una semana, murió con la esperanza de reencontrarse con su amor, el Príncipe Ru, en el más allá y ser felices en la eternidad.

El pozo de los deseos.



Hace mucho tiempo, en la parte más profunda de un bosque, había un pequeño claro donde estaba un pozo mágico que cumplia tres deseos.


Un día un joven audaz, educado y bien vestido, que estaba perdido en el bosque, se encontró con el pozo, y cuando se acercó para sacar un poco de agua para beber, se sorprendió al escuchar una voz, que provenía del pozo, decir:


- Por una moneda te concedo tres deseos.


El joven, vaciando sus bolsillos, encontró una moneda y sin perder ni un segundo la tiró al pozo.


- ¿Cuál es tu primer deseo?


- Inteligencia - dijo el joven - quisiera tener mucha inteligencia y saberlo todo.


- Concedido, ¿Cuál es tu segundo deseo?


- Tener manos creadoras - deseó el joven - quisiera tener manos capaces de crear cualquier cosa.


- Concedido, ¿Cuál es tu tercer, y último, deseo?


- Tener el poder de dar vida - pidió el joven - quisiera tener el poder de darle vida a todas mis creaciones.


- Concedido.


El joven, al tener el don de la inteligencia, encontró el camino de regreso a casa y se fue del bosque.


Un año más tarde, el mismo joven, pero pálido, ojeroso y con un aspecto desaliñado, regresó a donde estaba el pozo, llevando una gran caja de cartón de la cual provenía algunos sonidos que parecían llantos, suplicas y quejas.


Acercándose al pozo, el joven, esperó un poco, en silencio, luego un rato más, y después, perdiendo la paciencia, lanzó la caja de cartón dentro del pozo; y vaciando sus bolsillos, sacó una pequeña daga, que utilizó, cómo pudo, para cortarse ambas manos, qué luego lanzó, tambien, dentro del pozo, antes de regresar a casa con una sonrisa agridulce en los labios.

La promesa.


Sentado detrás del escritorio de su estudio, miraba con tristeza las fotos de su ex-mujer, había pasado toda la tarde llorando por ella.


*Toc, toc.


- Adelante - dijo el hombre, con una vos carrasposa y apagada.
Al estudio entró un hombre alto, fuerte, y muy bien peinado, que llevaba un gran saco, donde tenía guardadas ambas manos.


- ¡Cuñado! ¿Cómo estas? - le preguntó el hombre, guardando las fotos de su ex-mujer - ¿qué te trae por aquí?
- Estoy bien, y he venido a cumplir con la promesa que te hice.
- ¿Promesa? ¿Qué promesa, cuñado?
- La promesa que te hice el día que le propusiste matrimonio a mi hermanita - dijo el cuñado sin inmutarse.


El hombre se quedó en silencio, tratando de recordar todo lo que había pasado en aquel majestuoso día donde su ex-mujer había aceptado casarse con él.


- ¿Te refieres... a...? - empezó a decir el hombre, incrédulo.
- Si - dijo el cuñado, sacando sus manos de su saco y sosteniendo un arma que apuntaba al corazón del hombre.
- ¡Esto no puede ser cierto! ¿Éstas bromeando? - titubeó el hombre, alzando y manteniendo las manos al aire.
- No, yo te lo prometí.
- ¡Pero fue tu hermana quien me dejó! ¡Fue tu hermana quien se escapó con el jardinero! - se defendió el hombre - ¡Yo todavía la amo! ¡Y la amaré por siempre! Tal como se lo prometí en mis votos cuando nos casamos.
- Lo sé - dijo el hombre friamente - pero una promesa es una promesa.


Sin decir nada más, el cuñado apretó el gatillo y mató al hombre, perforando su dolido corazón con una bala de acero fria.


Al morir, tal como lo había prometido, el hombre amaría a su ex-mujer por siempre; y así, ambos, tanto el hombre como el cuñado, cumplieron sus promesas.

Mañana será otro día.


19 de julio: Querido diario, sigo con mi mala racha, hoy tuve un día terrible, nada me salió bien, pero no pierdo las esperanzas, mañana será otro día.


20 de julio: Querido diario, que díficil es no perder las esperanzas, aunque parezca increible, mi día de hoy estuvo peor que el de ayer, pero bueno, mañana será otro día.


21 de julio: Querido diario, ¡¿Cómo pueden pasarle tantas cosas malas a una sola persona?! ¡Y al mismo tiempo! Por momentos, siento que ya no puedo más; pero en esos momentos respiro profundo, pienso que mañana será otro día y sigo adelante.


22 de julio: Querido diario, por más que intento, e intento, ya no puedo, no puedo, puras cosas malas siguen pasandome, una tras otra, y aunque me repita mil veces que mañana será otro día, ya me es dificil de creerlo.


23 de julio: Querido diario, gracias por haberme acompañado en este viaje, y por haber estado siempre conmigo, fuiste mi único y mejor amigo; pero ya he perdido las esperanzas, cada día que pasa es peor que el anterior, y en vez de que las cosas mejoren, empeoran, es por eso que me despido, porque mañana, ya no habrá más mañana.

El majestuoso traje de la princesa exploradora.


Todos los exploradores se enfurecieron cuando, a última hora, la Princesa decidió formar parte en la siguiente expedición a uno de los bosques vecinos del reino; porque a pesar de que ya tenían todo listo para partir, la Princesa ordenó posponer la expedición hasta que el sastre y joyero real le hubieran confeccionado un traje con finas telas y lleno de incrustaciones de piedras preciosas, porque el uniforme de exploradora regular no le gustaba.


Durante la expedición, todos los exploradores murmuraban secretamente entre ellos su descontento con la Princesa y su nuevo traje, porque llamaba mucho la atención, espantaba a los animales salvajes y sobretodo, porque los había hecho esperar tres semanas a que tal majestuoso, pero inutil, traje estuviera listo.


Después de una semana en el bosque, los exploradores encontraron una tribu de hombres salvajes, quienes los superaban en número, y que en un abrir y cerrar de ojos, los capturaron y encarcelaron a todos menos a la Princesa, quien, al ser vista en tan majestuoso y brillante traje, fue llevada, en cambio, ante el monarca de la tribu.


Mientras la Princesa hablaba con el monarca, a todos los exploradores los montaron sobre la rama de un árbol muy peculiar y les ataron sogas a sus cuellos, para ahorcarlos cuando se les diera la orden de hacerlo.


Después de una angustiosa espera, cuando la Princesa salió de la tienda del monarca de la tribu, dándose las manos y haciéndose reverencias entre ellos, éste dio la orden de que liberaran a sus prisioneros y los dejaran volver a su reino.


- ¡Muchas gracias por salvarnos su majestad! - le decían los exploradores a la Princesa de regreso a casa.
- De nada - respondía ella altivamente - aunque de regreso al reino, deberán agradecer, tambien, al sastre y joyero real, porque de no ser por ellos, yo también estaría guindando de la rama de ese árbol tan peculiar.

El secreto del mago.


Después del show de magia, un niño muy astuto y perpicaz, logró colarse al camerino del mago, y tomándolo por sorpresa le preguntó:

- ¿Cuál es tu secreto? ¡Dime! ¿Cuál es tu secreto?
- ¿Mi secreto?
- ¡Si! ¡Tu secreto! ¿Es tu varita? - siguió preguntando el niño, muy hiperactivamente - ¿Tu sombrero? ¿Tu capa? ¿Cual es tu secreto? ¿Cómo haces para hacer magia?
- Querido niño - empezó a decir el mago - mi secreto no reside ni en mi varita - dijo dándole la varita al pequeño - ni en mi sombrero - continuó , quitándose su sombrero y poniéndoselo sobre la cabeza al niño - ni mucho menos en mi capa - siguió diciendo, mientras le ponía su capa sobre los hombros al pequeño - el secreto de la magia es creer.
- ¿Creer? - inquirió el niño, arrugando la nariz.
- Si, mientras creas en la magía, ésta se hace realidad ¡Mira!

Haciendo un ademán con sus manos, el mago hizo aparecer, de la nada, una roja y brillante manzana.

- Toma, te la regalo.
- Gracias - dijo el niño, tomando la manzana entre sus manos con los ojos muy abiertos - ¿Es de verdad?
- Si, muérdela, y cuando la pruebes te darás cuenta que es la manzana más dulce y deliciosa que hayas probado en tu vida, porque es una manzana mágica.
- ¡Mmmnnn! ¡Está deliciosa! ¡Gracias señor mago!
- De nada, pequeño, ahora devuelveme mi varita, mi sombrero, mi capa y regresa con tus padres, que deben de estar preocupados.
- Si, señor, mago, y no se preocupe, su secreto está a salvo conmigo, ¡No se lo diré a nadie! - dijo el niño, antes de salir corriendo del camerino del mago.

Un par de minutos más tarde, del sombrero del mago salió un conejo gris, que, sosteníendo entre sus patas una zanahoría, se quedó mirando muy fijamente al mago, juzgandolo.

- ¿Qué? - le preguntó el mago.
- ¿No te da vergüenza? ¿Mentirle a ese pequeño? - le preguntó el conejo muy seriamente.
- No - respondió el mago sonriendo.
- ¿Cómo puedes dormir en las noches?
- Eso si no puedo decirtelo, porque ese es el mejor secreto que guardamos nosotros los magos.

La medalla de oro.

Cuando entraron al estudio del abuelo para recoger sus cosas, el niño le preguntó a su madre:


- ¿Y todas esas medallas, mamá?
- Esas eran las medallas de tu abuelo.


El niño se acercó a la pared donde habían colgadas no menos de treinta medallas; pero percatándose de que todas eran medallas de segundo lugar o de participación, el niño volvió a preguntar.


- ¿Y el abuelo nunca ganó nada, mamá?
- Si, hace años ganó el primer lugar, una hermosa medalla de oro.
- ¿Y donde está? - inquirió el niño - No la veo guindada por ninguna parte.
- Esa está enterrada junto con tu abuelo.
- ¿Por qué?
- Porque desde que la ganó, tu abuelo nunca se la quito de su pecho, y a pesar de que decía que esa medalla había sido su perdición, porque al ganarla había perdido sus ganas de vivir, siempre la llevaba guindada en su cuello y por eso tu tía y yo decidimos enterrararla con él.
- ¿Cómo así que al ganarla perdió, mamá? No entiendo.
- Verás, tu abuelo vivió toda su vida tratando de ganar esa medalla; todos los años participaba y todos los años perdía, pero en vez de perder la esperanza, cada año el intentaba más fuerte y se sentía más motivado para ganarla, hasta que finalmente la obtuvo, y después se perdió, ya no tuvo nada que lo motivara a seguir.
- ¡Pero sí ganó! - dijo el niño llevando las manos al aire - El abuelo estaba loco, ¿no es cierto, mamá?
- Si, un poco; pero no del todo, todavía estas muy pequeño, cuando seas grande entenderás un poco mejor su locura.

El pacto de amor.


Cuando descubrieron que iban a ser padres, la pareja de recien casados, quienes estaban muy enamorados, decidieron llamar al pequeño con un nombre muy especial, que ellos mismos habían inventado, como representación del pacto de amor que se habian jurado desde el primer día que se conocieron.

Ocho meses después del nacimiento del pequeño, por los diferentes giros que da la vida, el hombre llamó a su mujer a la cocina del pequeño apartamento que habían comprado y le dijo, muy tristemente, que el amor se había acabado, que ya no la amaba, que quería divorciarse.

La mujer palideció al escuchar estas palabras y, rompiendo en llanto, salió corriendo de la cocina, subió las escaleras y entró a la habitación del bebé cerrando la puerta tras de si.

El hombre la siguió y al no poder entrar a la habitación, empezó a golpear la puerta y a arremeter contra ella para tumbarla. Dentro, la mujer se acercó a la cuna y agarrando, entre sus manos, una pequeñita almohada celeste, la presionó fuertemente contra la cara del bebé.

Cuando el hombre, finalmente, pudo entrar en la habitación, le pegó un empujón tan fuerte a su esposa que la tiró al suelo y le gritó:

- ¿QUÉ ESTAS HACIENDO? - mientras tomaba al bebé entre sus brazos, pero ya era demasiado tarde -. ¡MIRA LO QUE HICISTE! ¡MATASTE A NUESTRO PEQUEÑO! - le gritó el hombre, rojo de ira, mientras agitaba el cuerpo sin vida del bebé en el aire, frente a la cara de su mujer.

- El pacto está roto - dijo la mujer muy lenta y friamente desde el piso -. Tú lo rompiste. No merecia vivir - y levantándose muy agilmente, salió corriendo de la habitación y más nunca fue vista por nadie.

Los giros de la vida.


En uno de nuestros momentos de silencio sentados en la playa, noté que mi novio estaba más pensativo que de costumbre.

- ¿En qué piensas?
- En la vida - me respondió, soltando un suspiro y sonriendo llevemente.
- ¿Deprimido otra vez? - le pregunté, consternado, al ver que sonreía.
- No, no, todo lo contrario, es solo que... Me preguntaba quien seré o donde estaré en cinco o diez años.
- ¿Cómo así? Seguiras siendo tú, ¿no?
- Quizás si o quizás no - me respondió tranquilamente-. Estaba pensando que hace cinco años cuando me gradué de la universidad como ingeniero, pensé que esa sería mi vida: la de un ingeniero trabajador y amante de la tecnología. Y mirame ahora, cinco años después soy un escritor o, mejor dicho, un intento de escritor que prefiere un libro a un e-book.
- Sigue, creo que te entiendo.
- Entonces, me estaba preguntando: ¿Quien seré o donde estaré? ¿Seguiré siendo escritor? ¿Seguiré viviendo en este país? ¿Me convertiré en pintor? ¿Artista? ¿Cantante? ¿Volveré a retomar la ingeniería?... Y miles de preguntas más que revoloteaban por mi cabeza.
- Ya veo porque estabas tan callado; pero ¿sabes una cosa?
- ¿Qué?
- No importa lo que seas o donde estes, ojalá sigamos estando juntos - le dije, dándole un beso en la mejilla.

Nunca es muy tarde.

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En la última reunión familiar, todos nos quedamos sorprendidos cuando, inesperadamente, mi papá se levantó de la mesa y anunció:

- Voy a empezar a fumar.
- ¡¿Qué?! -gritó mi hermana menor-. ¡¿Estás loco, papá?!
- ¡Papá, déjate de tonterías, tú tienes 71 años! -dijo mi hermana mayor, no tan alterada-. ¿No te parece que estás muy viejo para la gracia?
- Por eso, -le respondió mi papá, colorándose-. ¡He pasado 71 años siendo un buen ejemplo, actuando al margen a la ley, comiendo sanamente y haciendo ejercicio todos los días, y ya me cansé de todo eso! ¡Voy a empezar a fumar!
- ¡No te quedes callado! -me dijo mi hermana menor.
- ¡Dile algo! -me dijo la mayor.
- Este... -titubeé por un segundo pero, después de ver la expresión de represión y frustración que tenía mi viejo en su rostro, me di cuenta que mi padre tenía razón y que yo no era nadie para impedirle nada- ¡Toma! -le dije a mi padre, sacándome una cajetilla de cigarros del pantalón y lanzándosela al otro extremo de la mesa.
- ¡¿Lo vas a apoyar?! -gritaron mis hermanas al unísono.
- Si. No soy nadie para impedírselo, si quiere fumar, que fume. Hay que entenderlo, ya está en la recta final y quiere vivir todo lo que se ha perdido en esos 71 años de vida correcta.
- Muchas gracias por entenderme, hijo -dijo mi papá, lanzándome de vuelta la cajetilla de cigarrillos-. Pero no me refería a cigarrillos.
-¿Ah? -preguntamos los tres hijos confundidos.
- Cuando dije que voy a empezar a fumar, me refería a marihuana, 420, cómo le dicen los jóvenes.
- ¿En serio? -preguntamos los tres de nuevo.
- Sí. Quiero sentir nuevas experiencias, ver todo desde otro punto de vista, saber lo que se siente.
- Bueno. ¡Toma! -le dije a mi padre, lanzándole de nuevo la cajetilla de cigarros-. Allí dentro hay dos joints que tenía preparado para más tarde.

Al escuchar y ver esto, mis hermanas me miraron boquiabiertas y, después de lanzarme una mirada asesina, sin decir nada más, se pararon, ofendidas, de la mesa, dejándonos a mi papá y a mi solos, lo que aprovechamos para fumar un rato y tener el mejor momento padre-hijo que he tenido en la vida.

La ex asesina.



- ¿Qué son todos esos jarrones que tienes encima de la chimenea? -le preguntó una amiga a la otra mientras tomaban el té-. No sabía que te gustaba coleccionarlos.


- Esos no son jarrones -le explicó, mientras tomaba un sorbo de té-. Son urnas. Las urnas de mis ex novios.


- ¡¿Todos han muerto?!


- Figurativamente. Siguen vivos, sin embargo, están muertos para mí. Después de terminar una relación, tengo la costumbre de quemar todos los regalos y cosas que me recuerden a mis ex novios y guardar sus cenizas en esas urnas.


- Interesante -dijo la amiga, llevándose la taza de té caliente a la boca, y deteniéndose a tan solo unos centímetros de sus labios para preguntarle: - Pero... ¿cómo haces cuando te los encuentras en persona?


- Me asusto -respondió sinceramente-, grito como si hubiera visto a un fantasma y salgo corriendo del lugar.

La banda de tiburones malos.



Había una vez, en el fondo del gran océano pacifico, un delfín que, a pesar de su naturaleza tierna y adorable, siempre sintió que era malo y malévolo, razón por la cual se la mantenía jugando bromas pesadas a sus compañeros delfines y admirando a lo lejos, la banda de tiburones malos a la que todos en el océano temían.


Un día, a pesar de todas las advertencias que le hicieron, el delfín se acercó a la banda de tiburones malos para preguntarles si podía unirse a ellos; sin embargo, para su sorpresa y decepción, cuando les habló, los tiburones lo recibieron con una calurosa bienvenida y grandes (aterradoras) sonrisas (debido a la gran cantidad de dientes que tenían).


A medida que los fue conociendo, el delfín descubrió que los tiburones eran muy amigables y cordiales entre ellos y que todo el mundo los juzgaba mal porque eran maquinas asesinas, sin pensar que ellos solo mataban para poder subsistir.


Pronto, para probar el nivel de maldad de sus nuevos amigos, el delfín les jugó una broma pesada, y los tiburones se sintieron tan indignados por la falta de respeto y de cordialidad del delfín que le demostraron toda su maldad matándolo y devorándoselo en un par de segundos.

El matrimonio feliz.



Mientras leía el periódico, tranquilamente, en su butaca favorita, su esposa llegó enfurecida y empezó a discutir, furiosa, porque había descubierto que la había estado engañando.


Cuando su mujer, finalmente, se hubo calmado, bajó el periódico muy lentamente y le preguntó:


- ¿Y por qué discutes?
- ¡Porqué me engañaste! ¡Me mentiste! ¡Te liaste con otra! -gritó la mujer, indignada y enfurecida.


Su esposo se quedó viéndola por un momento, sorprendido por la escena que estaba montando su mujer.


- Yo sé todo sobre Carlos -dijo, finalmente, el hombre.


Al escuchar eso, la mujer palideció, abrió mucho los ojos y se dejó caer en la butaca más cercana.


- ¿Co-cómo? ¿Desde cuándo? -titubeó.
- Eso no importa -le respondió el hombre.
- Y... ¿Qué... qué vamos a hacer? -preguntó la mujer, mirando fijamente al piso.


El hombre dejó el periódico a un lado, se arrodilló frente a su mujer y, después de mirarla a los ojos por un largo rato, le dio un beso en la mejilla y le dijo:


- Me voy a bañar y después cenaremos.


Al escuchar esto, la mujer lo miró sorprendida, esas eran las palabras que él siempre le decía cuando llegaba a casa y, al ver que su esposo sonreía levemente, asintió nerviosamente con la cabeza.

Y, cómo si ese pequeño momento nunca hubiera pasado, siguieron con su feliz matrimonio, en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte los separó

La mejor dieta.

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Cuando sus amigas notaron todos los kilos que había perdido en las últimas semanas, le preguntaron muy indiscretamente cómo lo había hecho.


- ¡Muy fácil! -respondió-. Con la dieta del mimo.
- ¿La dieta del mimo? -preguntaron sus amigas al unísono.
- Si, la dieta del mimo, es muy buena y efectiva, puedes comer de TODO: dulces, chocolates, pasteles, de todo; pero solo que tienes que hacerlo cómo comen los mimos.
- ¿Y cómo comen los mimos? -inquirió una de sus amigas.
- Así...


La mujer, entonces, alzo sus manos y le mostró la dos palmas a sus amigas; luego muy gestualmente tomó con su dedo pulgar e índice un cierre imaginario y se lo pasó por la boca; acto seguido, la mujer se dirigió a la cocina, abrió la alacena, sacó un plato, una cuchara, un tenedor y un cuchillo y lo colocó en la mesa.


Después, abrió el refrigerador y de él sacó muy gestualmente varios recipientes imaginarios, de los cuales llenó, con comida imaginaria, su plato. Tras guardar los recipientes de vuelta, la mujer se sentó de nuevo a la mesa con sus amigas y se comió, muy gestualmente, toda su comida imaginaria con una expresión de gusto y satisfacción en su cara que nadie podría imitar.


Al finalizar la comida, la mujer volvió a alzar sus manos, le mostró las dos palmas a sus amigas e, imitando el gesto anterior, se abrió el cierre imaginario de su boca.


-¡Uff, estoy llenísima, estaba delicioso! -exclamó sobándose la barriga, mientras sus amigas la veían, con ojos muy abiertos, como si estuviera loca.

El día libre de Cupido.

Cuando todos los ángeles vieron a Cupido divirtiéndose sobre la nube 9 mientras se tomaba un Cosmopolitan, se alarmaron mucho y le gritaron:

- ¡Cupido! ¡¿Qué haces allí divirtiéndote?! ¡Hoy es 14 de Febrero, tu día más ocupado del año! ¡Baja a la tierra ahora mismo y ponte a flechar corazones!
- Jajaja. Cálmense, amigos, no es necesario -dijo Cupido, sorbiendo de su bebida-. No hago falta allá abajo.
- ¡¿Cómo qué no?!
- Pues miren por ustedes mismos -les mostró Cupido, abriendo un hueco en la nube en la que estaban parados para que los ángeles vieran los millones de personas que se estaban emparejando y yendo a hoteles por ellos mismos.
- Pero... ¿Cómo...? -se preguntaron, confundidos.
- Tindr, Grindr, Badoo, eHarmony... -contó Cupido con los dedos de la mano-. Y un montón de aplicaciones y páginas web más, gracias a las cuales puedo, por fin, disfrutar y relajarme en mi cumpleaños -explicó, sorbiendo nuevamente de su Cosmopolitan y pasándoselo a los ángeles para que celebraran con él.

EL CALEIDOSCOPIO



Existía un hombre que a causa de una guerra en la que había peleado de joven, había perdido la vista. Este hombre, para poder subsistir y continuar con su vida, desarrolló una gran habilidad y destreza con sus manos, lo que le permitió destacarse como un estupendo artesano; sin embargo, su trabajo no le permitía más que asegurarse el mínimo sustento.

Cierta Navidad quiso obsequiarle algo a su hijo de cinco años, quien nunca había conocido más juguetes que los trastos del taller de su padre con los que fantaseaba reinos y aventuras. Su papá tuvo entonces la idea de fabricarle, con sus propias manos un hermoso calidoscopio como alguno que él supo poseer en su niñez. Por las noches fue recolectando piedras de diversos tipos que trituraba en decenas de partes, pedazos de espejos, vidrios, metales, ...

Al cabo de la cena de Noche Buena pudo, finalmente imaginar a partir de la voz del pequeño, la sonrisa de su hijo al recibir el precioso regalo. El niño no cabía en sí de la dicha y la emoción que aquella increíble Navidad le había traído de las manos rugosas de su padre ciego.

Durante los días y las noches siguientes el niño fue a todo sitio portando el preciado regalo, y con él regresó a sus clases en la escuela del pueblo. En el receso entre clase y clase, el niño exhibió y compartió lleno de orgullo su juguete con sus compañeros que se mostraban fascinados con aquella maravilla.

Uno de aquellos pequeños, tal vez el mayor del grupo, finalmente se acercó al hijo del artesano y le preguntó con mucha intriga: "Oye, que maravilloso calidoscopio te han regalado...¿dónde te lo compraron?, no he visto jamás nada igual en el pueblo..."

Y el niño, orgulloso de poder revelar aquella verdad emocionante desde su pequeño corazón, le contestó: "No, no me lo compraron en ningún sitio... me lo hizo mi papá"

A lo que el otro pequeño replicó con cierto tono incrédulo: "¿Tu padre?...imposible...¡si tu padre está ciego!"

Nuestro pequeño amigo se quedó mirando a su compañero, y al cabo de una pausa de segundos, sonrió como solo un portador de verdades absolutas puede hacerlo, y le contestó: "Sí ... mi papá esta ciego ... pero de los ojos...SOLAMENTE DE LOS OJOS..."

El amor solo se puede ver con el corazón ..."LO ESENCIAL ES INVISIBLE A LOS OJOS"

¿Existe el Mal?

 
Un profesor universitario retó a sus alumnos con esta pregunta: - ¿Dios creó todo lo que existe?

Un estudiante contestó valiente: -Sí, lo hizo. - ¿Dios creó todo? -Sí señor, respondió el joven.

El profesor contestó: -Si Dios creó todo, entonces Dios hizo al mal, pues el mal existe, y bajo el precepto de que nuestras obras son un reflejo de nosotros mismos, entonces Dios es malo.

El estudiante se quedó callado ante tal respuesta y el profesor, feliz, se jactaba de haber probado una vez más que la fe Cristiana era un mito.

Otro estudiante levantó su mano y dijo: - ¿Puedo hacer una pregunta, profesor?

-Por supuesto, respondió el profesor.

El joven se puso de pie y preguntó: -¿Profesor, existe el frío?

- ¿Qué pregunta es esa? Por supuesto que existe, ¿acaso usted no ha tenido frío?

El muchacho respondió: -De hecho, señor, el frío no existe. Según las leyes de la Física, lo que consideramos frío, en realidad es ausencia de calor. Todo cuerpo u objeto es susceptible de estudio cuando tiene o transmite energía, el calor es lo que hace que dicho cuerpo tenga o transmita energía. El cero absoluto es la ausencia total y absoluta de calor, todos los cuerpos se vuelven inertes, incapaces de reaccionar, pero el frío no existe. Hemos creado ese término para describir cómo nos sentimos si no tenemos calor.

-Y, ¿existe la oscuridad?” continuó el estudiante.

El profesor respondió: -Por supuesto.

El estudiante contestó: -Nuevamente se equivoca, señor. La oscuridad tampoco existe. La oscuridad es en realidad ausencia de luz. La luz se puede estudiar, la oscuridad no; incluso existe el prisma de Nichols para descomponer la luz blanca en los varios colores en que está compuesta, con sus diferentes longitudes de onda. La oscuridad no. Un simple rayo de luz rasga las tinieblas e ilumina la superficie donde termina el haz de luz. ¿Cómo puede saber cuan oscuro está un espacio determinado? Con base en la cantidad de luz presente en ese espacio, ¿no es así? Oscuridad es un término que el hombre ha desarrollado para describir lo que sucede cuando no hay luz presente.

Finalmente, el joven preguntó al profesor: -Señor: ¿existe el mal?

El profesor respondió: -Por supuesto que existe. Como lo mencioné al principio, vemos violaciones, crímenes y violencia en todo el mundo, esas cosas son del mal.

A lo que el estudiante respondió: - El mal no existe, señor… o al menos no existe por si mismo.

-El mal es simplemente la ausencia de Dios… es, al igual que en los casos anteriores un término que el hombre ha creado para describir esa ausencia de Dios. Dios…. no creó el mal. No es como la fe o el amor, que existen, como existe el calor y la luz. El mal es el resultado de que la humanidad no tenga a Dios presente en sus corazones. Es como resulta el frío cuando no hay calor, o la oscuridad cuando no hay luz.

Entonces el profesor, después de asentar con la cabeza, se quedó callado.


EL JOVEN SE LLAMABA ALBERT EINSTEIN

Para pensarlo





Hoy tenemos edificios más altos y autopistas más anchas, pero temperamentos más cortos y puntos de vista más estrechos.

Gastamos más, pero disfrutamos menos.

Tenemos casas más grandes, pero familias más chicas.

Tenemos más compromisos, pero menos tiempo.

Tenemos más conocimientos, pero menos criterio.

Tenemos más medicinas, pero menos salud.

Hemos multiplicado nuestras posesiones, pero hemos reducido nuestros valores.

Hablamos mucho, amamos poco y odiamos demasiado.

Hemos llegado a la Luna y regresamos, pero tenemos problemas para cruzar la calle y conocer a nuestro vecino.

Hemos conquistado el espacio exterior pero no el interior.

Tenemos mayores ingresos, pero menos moral.

Estos son tiempos con más libertad, pero menos alegría.

Con más comida, pero menos nutrición.

Son días que llegan dos sueldos a casa, pero aumentan los divorcios.

Son tiempo de casas más lindas, pero más hogares rotos.

Por todo esto, propongo que de hoy en adelante, no guardes nada “Para una ocasión especial”, porque cada día que vivas es una ocasión especial.

Busca a Dios, aprende a conocerle, lee más, siéntate en la terraza y admira la vista sin fijarte en las malas hierbas.

Pasa más tiempo con tu familia y con tus amigos, come tu comida referida, visita los sitios que ames.

La vida es una sucesión de momentos para disfrutar, no es solo para sobrevivir.

Usa tus copas de cristal, no guardes tu mejor perfume, úsalo cada vez que te den ganas de hacerlo.

Las frases “Uno de estos días”, “Algún día”, quítalas de tu vocabulario. Escribamos aquella carta que pensábamos escribir, “Uno de estos días”.

Digamos hoy a nuestros familiares y amigos, cuanto los queremos.

Por eso, no retardes nada que agregaría risa y alegría a tu vida.

Cada día, hora, y minuto son especiales… y no sabes si pudiera ser el último…

Si estas tan ocupado y no puedes tomarte unos minutos para mandar este mensaje a alguien que tu quieras, y dices a ti mismo que lo enviaras “Uno de estos días” piensa que “Uno de estos días” puede estar muy lejos.